Marcha por la Paz y la No Violencia

Marcha por la Paz y la No Violencia

Por Hicham Hamdan, Embajador de la República del Líbano en Buenos Aires

Rebanadas de Realidad - Embajada del Líbano, Buenos Aires, 09/04/09.- Vengo de una sociedad que ha vivido en la conciencia de la humanidad como un país de belleza, civilización y paz, de una sociedad que fue considerada un mensaje de convivencia por Su Santidad, el Papa Juan Pablo II, y de una sociedad que diariamente practica el diálogo entre civilizaciones. Luego, en los últimos 25 años del siglo XX, se transformó en un escenario de batallas, conflictos y violencia. He presenciado, en el inicio de mi juventud, cómo Beirut era el destino de turistas de todos los rincones del mundo, después vi como se convirtió en destrucción y devastación. Vi cómo la gente vivía en esta ciudad con movimiento, felicidad y actividad, una ciudad llena de luz que no dormía de noche. Luego la vi negra y oscura, habitada por el silencio, el miedo y el terror. Al comienzo de mi juventud soñaba y trabajaba para construir una familia que se alegrase por la tierra de sus padres y abuelos y que contribuyese en su desarrollo. Luego me encontré buscando para mis hijos otro país, para protegerlos del futuro desconocido.

Todavía estamos trabajando para eliminar las consecuencias de la guerra, pero cuando veo guerras en otros países, no comprendo cómo la nueva generación acepta ir a la guerra y morir mientras sus padres y abuelos han luchado amargamente para que tengan una vida libre y para que vivan en paz. ¿No pagó ya la humanidad con millones de víctimas por los diferentes caprichos políticos e ideológicos, y luego se acordó construir un orden legal internacional para que nos proteja de estos caprichos? Por qué no respetamos este orden? Por qué no trabajamos juntos, hombro a hombro, lejos de egoísmos nacionales, religiosos e individuales para construir una sociedad en la cual todos seamos felices? Cómo puedo vivir feliz mientras mi vecino vive en la miseria y la tristeza? Debemos trabajar juntos para que juntos seamos felices. No puedo ser feliz aunque en mi caja fuerte haya millones mientras vea tristeza en los ojos de un niño que se muere de hambre. No puedo ser feliz aunque yo habite en una mansión y haya una mujer o un hombre durmiendo en la vereda. No puedo ser feliz si hay un ser humano muriendo por la injusticia infligida por otra persona. No puede alegrarme aunque mi país fuera el paraíso mientras haya personas que se mueren en barcos o en campos de refugiados huyendo del hambre, la opresión, la pobreza, la persecución o la guerra en su país.

La Marcha Mundial por la Paz y la no Violencia es una oportunidad de entrelazar nuestras manos y pensar juntos en el ser humano. La inmortalidad es solamente para aquel que trabaja en pos del ser humano y por su felicidad, sin hacer discriminaciones. Que nadie piense que pude alcanzar la inmortalidad a través de su heroísmo militar. Tal vez sea un héroe para un grupo de personas, pero nunca será un modelo para la humanidad. Miren a Gandhi, nosotros leemos mucho sobre Napoleón y otros generales de guerra, pero ellos no habitan en nuestra conciencia como el gran Gandhi que venció la injusticia y el egoísmo con su insistencia en negar la violencia utilizando todos los medios pacíficos aún a expensas de su propio cuerpo mortal. El cuerpo se fue pero el espíritu permaneció inmortal en la memoria de la humanidad. Me pregunto, quién de nosotros llevará a su tumba sus medallas, condecoraciones, uniforme, su fortuna o su palacio? Marchemos juntos por la paz y la no violencia.

Sumo mi voz a esta marcha porque quiero un mundo sin armas nucleares, quiero que las tropas invasoras se retiren completamente de todos los territorios ocupados, quiero ver un mundo vacío de cualquier tipo de armamento, quiero un mundo en el cual los países no firmen solamente tratados de no agresión, sino también tratados de amistad, cooperación y desarrollo, quiero un mundo que respete el Derecho Internacional, la Carta de las Naciones Unidas y sus mecanismos para arreglar los conflictos, especialmente el Capítulo VI, relacionado con la solución pacifica de las controversias.